Estados Unidos clama por una guerra. Su industria militar la anhela, su entramado económico la necesita y su inflamable situación interior la suplica. Ante la desesperada situación que padecen los norteamericanos tras casi un año de pandemia, a diferencia de la solvente posición de China, han comenzado los movimientos geopolíticos en distintas partes del planeta con el objetivo de aumentar las tensiones regionales que permitan recolectar los mayores beneficios posibles para superar la crisis.
Hay que convencer a los ciudadanos de la necesidad de comprar armas y si no acompaña la dicha de la guerra, que al menos la tensión aumente lo suficiente como para que el disparate quede justificado. Para ello, ha comenzado la representación de una obra de teatro griego que palidecería ante Esquilo, Sófocles o Aristófanes.