La trampa ucraniana, ya en preventaTamara Falcó o cómo una ultraderechista española se convirtió en una estrella mediática¿El futuro se hipoteca por pan? La lectura que nadie admite sobre el ascenso de la ultraderecha en ItaliaUn general de La Sexta, A3 o El Mundo acusa a «los rojos» de la destrucción de GernikaDel colonialismo al clasismo y racismo: ¿por qué soportar a las familias reales?
Luis Gonzalo Segura es ex teniende de las fuerzas Armadas españolas, de las que fue expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos.
La trampa ucraniana es un ensayo sobre lo que ha acontecido en la guerra de Ucrania y, ante todo, sobre lo que no ha acontecido y lo que han ocultado.
Cuando un mundo convulsionado y en cambio, que amenaza con intensificar la conflagración a gran escala, es relatado y reducido a la sempiterna lucha entre el bien y el mal, democracia contra autocracia, eso sólo puede significar una cosa: nos han hurtado el derecho a debatir, a discernir entre lo posible y lo inventado, entre hechos probados y propaganda. Como en otros tiempos, estigmatizadas, arrinconadas y censuradas las perspectivas pacifistas en nombre de conceptos como derechos humanos o libertad ―siempre utilizados según el caso y alineados con los intereses occidentales―, se pretende imponer una única opción: la guerra. Una guerra, la de Ucrania, sembrada con mimo por quienes han encontrado motivos para que, pese al coste en vidas humanas y sufrimientos, diera inicio y aún hoy continúe.
¿Qué sabemos realmente del conflicto desde que se iniciara en 2014? Esta es la pregunta a la que responde el exteniente del Ejército español, Luis Gonzalo Segura, para exponer las pocas evidencias con las que a día de hoy contamos y rescatarlas del ostracismo impuesto por el indiscriminado bombardeo de medias verdades, mentiras, exageraciones, predicciones aventuradas y desinformación vertida desde distintas posiciones del tablero de ajedrez geopolítico.
Controlar la mente, hackear literalmente los cerebros, fue un proyecto de los servicios de inteligencia norteamericanos que recibió el nombre de ‘MK-Ultra’. Eran los años 1950 y, aunque la propaganda y la desinformación habían alcanzado unas cotas inimaginables unas décadas antes, había una parte de la humanidad que se resistía. Y no solo porque existiera un mundo bipolar en el mapamundi, sino porque la confrontación ideológica acontecía en cada esquina, en cada fábrica, en cada bar. Todavía no había caído el Telón de Acero ni habían llegado los grandes gigantes tecnológicos (Facebook, Google, Amazon, Apple y Microsoft) que convertirían las ensoñaciones de la CIA en una tétrica realidad sin que la CIA estuviera detrás: ahora el Gobierno son ellos. Basta con que sustituyan ‘MK-Ultra’ por ‘Cambridge Analytica’ y habrán abierto una puerta que va mucho más allá de influir en el voto de los incautos ciudadanos. El Gran Hermano Capitalista lo escucha casi todo, lo sabe casi todo. E incluso es capaz de predecirlo.
En estos momentos, no son pocos los que se preguntan por qué Europa se está escorando a la ultraderecha y qué se puede hacer para detener o revertir el movimiento. Y el problema no son las respuestas, el problema es la respuesta. La respuesta que no queremos leer ni comprender.
Fíjense, hoy en el diario El País, Enric González achacaba el triunfo de la ultraderecha a la desconfianza de la sociedad, lo que le hace consumir líderes políticos con ansiedad. Una versión que reparte las culpas entre la ciudadanía y los partidos políticos. Concita de Gregorio Borràs, en el mismo diario, culpaba a la clase política italiana de izquierdas por no hacer política y entregarse a la tecnocracia. En ambos casos, concluyen lo mismo: los italianos han votado ultraderecha por probar. Menos mal que Hitler no se presenta a unas elecciones en Alemania, porque Giorgia Meloni es una reconocida admiradora de Mussolini. Así está el patio.
Sin embargo, dando por cierto los anteriores y muchos otros argumentos, es muy probable que todo sea más sencillo de lo que muchas veces cavilamos. Creo que, al final, los italianos, como casi todos, son —somos— mucho más primarios de lo que muchos pretenden.
Seres primarios
Porque, al final, según mi experiencia, todo se reduce a lo mismo: el pan. Los italianos —como nosotros— están dispuestos a pasar por muchas cosas, pero que nadie les quite el pan.
El general Rafael Dávila junto a Iñaki López y Cristina Pardo en el programa ‘Más Vale Tarde’ de La Sexta.
Tenía que pasar y ha pasado. Cuando hace solo unos días, de súbito, me pareció ver al general Rafael Dávila Álvarez por todos los sitios no daba crédito, aunque tal y como están los medios de comunicación en España todo es posible. Supongo que, para Iñaki López o Cristina Pardo, que le entrevistaron en ‘Más Vale Tarde’, uno de los primeros programas que me censuró —cuando lo presentaba Mamen Mendizábal—, el asunto es uno más de los que hay comerse para no inmolarse y seguir siendo un Antonio Maestre de la vida. Pero, con todo, ¿cómo es posible que un general que atribuye la destrucción de Gernika a «los rojos», entre muchas otras barbaridades ultraderechistas, haya colaborado en tal cantidad de televisiones y diarios españoles?
De general ultraderechista a estrella mediática
El general Dávila ha aparecido en multitud de medios españoles como La Sexta, Antena 3, diario 20 Minutos, El Confidencial y El Mundo —no obstante, ‘La Esfera de los Libros’ es la editorial que ha publicado su obra negacionista de la Guerra Civil—. Solo en los últimos días sus análisis pueden encontrarse en La Sexta, Antena 3 y 20 Minutos: «No nos engañemos, esto es una guerra entre Estados Unidos y Rusia», en 20 Minutos el 18 de septiembre; «El análisis del general Rafael Dávila sobre la estrategia de Putin en la guerra de Ucrania: “Puede ocurrir cualquier cosa”», en Antena 3 el 22 de septiembre o «Las razones por las que el exgeneral Rafael Dávila cifra en un 8,5 sobre 10 su preocupación sobre la guerra en Ucrania», en La Sexta, en el programa ‘Más Vale Tarde’ de Iñaki López y Cristina Pardo el 23 de septiembre.
Y ello, a pesar de los análisis realizados en marzo, que hablan por sí mismos: en las primeras semanas de la guerra, el general Dávila aseveró, el 12 de marzo en El Confidencial, que «No es verdad que Rusia esté cometiendo errores militares en Ucrania» y unos días más tarde, el 18 de marzo, afirmó, en el diario El Mundo, que «Putin ha perdido la batalla de la libertad, pero está ganando la guerra».
Pero ¿quién es el general Dávila?
El general Rafael Dávila Álvarez es hijo del general franquista del mismo apellido y nieto del general sublevado que combatió junto a Franco contra la democracia durante la Guerra de España (1936-1939) en el frente del norte. Un general de marcada ideología ultraderechista y con amistades neonazis que se opone a la revisión histórica de lo acontecido durante la dictadura franquista y que se muestra, de forma abierta, negacionista en cuanto al bombardeo y la destrucción de Gernika el 27 de abril de 1937. Según su concienzudo estudio, el bombardeo fue obra de la aviación italiana y alemana en contra de la voluntad de la cúpula militar franquista, incluso de su consternación, pero la mayoría de la destrucción no fue obra de las bombas de los nazis alemanes o los fascistas italianos, sino de «los rojos». Este es el nivel para ser analista en La Sexta y Antena 3 y sentarte con Iñaki López o Cristina Pardo. Grave, especialmente, lo de Iñaki, nacido en Vizcaya. Pero supongo que mientras paguen —y Ferreras paga bien, al menos a los que están arriba—, todo vale.
Gernika no fue destruida por los bombardeos nazis o fascistas, sino… por los rojos
Según el reciente libro publicado por el general Dávila y denominado «La Guerra Civil en el Norte», los bombardeos de Gernika no solo se produjeron en contra de la cúpula militar franquista, ya que afirma que fue obra de los fascistas italianos y los nazis alemanes contra las órdenes franquistas, sino que culpa a «los rojos» de la mayoría de la destrucción de Gernika y de otras ciudades vascas.
Inicialmente, afirma:
Comenta el general Solchaga que las casas que arden, es gran casualidad, son de gente de derechas… Todos tenemos un disgusto grande —escribe el general Solchaga— con la destrucción de Guernica; no conducía nada más que ayudar a la propaganda roja…
Después, asevera que los italianos y alemanes bombardearon por su cuenta:
El día 28 la aviación avisa de que Guernica está destruida. Mola monta de nuevo en cólera y da la orden de que se averigüe qué es lo ocurrido y quién ha dado la orden de bombardear. Cree que ha sido obra de los aviadores italianos.
Le explican que ha sido la aviación (italiana y alemana), que sin orden la han bombardeado…
Página 257 del libro de Rafael Dávila Álvarez «La Guerra Civil en el frente Norte».
Y, para finalizar, culpabiliza a «los rojos» de la destrucción de Gernika:
A primeras horas de la tarde del día 30 la 4. a Brigada ocupa Guernica, que es un montón de escombros. Hablan con los supervivientes, que coinciden en que después del bombardeo quedaban casi todos los edificios en pie, posteriormente empezaron los incendios y se oyeron muchas explosiones. Indudablemente, comentan, fueron incendiando y robando, como en Irún, los propios rojos.
Página 258 del libro de Rafael Dávila Álvarez «La Guerra Civil en el frente Norte».
Esta versión ha sido desmontada por múltiples historiadores, pero también lo fue en su momento por los que vivieron tamaña barbaridad. George Steer escribió en The Times el 6 de mayo de 1937: «La declaración publicada por Salamanca según la cual Guernica ha sido destruida por los rojos es absolutamente falsa. Personalmente hablé con más de 20 refugiados de Guernica en los alrededores de la ciudad la noche de la destrucción. Excepción hecha del número de aviones que la bombardearon, todas las declaraciones coinciden en todos sus detalles.»
Es tan repugnante que se puedan publicar libros negacionistas en España y que medios como La Sexta, Antena 3, El Mundo, El Confidencial o 20 Minutos otorguen la condición de experto y analista a sujetos de esta calaña, que ello permite comprender la razón por la que ello es un delito en Alemania. Y también, cómo de serio es el problema ultraderechista en España y sus Fuerzas Armadas.
La carta a Manuela Carmena
Sin embargo, para catalogar al general Dávila no hacía falta leer su obra, bastaba con revisar la hemeroteca. Fue en diciembre de 2015 cuando escribió una carta abierta a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para quejarse por la retirada del nombre de su abuelo del callejero de Madrid. Lógico, si fueron «los rojos» los que destruyeron Guernica e Irún y su abuelo no se enteraba ni del Nodo mientras los nazis alemanes y los fascistas italianos cometían sus barbaridades, ¿por qué retirarle del callejero?
Como decía, un tipo como este, en Alemania, no es que no hubiera llegado a general, que por supuesto que no, es que estaría en prisión por su negacionismo. Pero aquí ‘La Esfera de los Libros’ le publica su panfleto negacionista y medios como La Sexta, Antena 3, El Confidencial, El Mundo o 20 Minutos le tienen por analista serio. Y eso que en marzo dijo estupideces sobre la guerra de Ucrania que no había por donde sostenerlas. Y no se han sostenido.
Y más sombras: neonazismo e impunidad del acoso sexual
Pero no se vayan porque hay más. El general Dávila promocionó en su blog a una hermandad legionaria dirigida por Joachim Fiebelkorn, un neonazi que tuvo relaciones con Klaus Barbi, nazi conocido como el ‘Carnicero de Lyon’. A Barbi y los suyos se le atribuyen el envío de más de siete mil personas a campos de concentración, el asesinato de más de cuatro mil personas y el arresto y asesinato de casi quince mil combatientes de la Resistencia francesa. A finales de los años 1980 fue juzgado en Francia y condenado a cadena perpetua, aunque solo por las deportaciones, pues los crímenes de guerra habían prescrito. Fiebelkorn, como muchos nazis y neonazis, terminó en la Legión española y ahora comparte mesa y mantel con gran cantidad de mandos militares de las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil. Solo hay que visitar su página deFacebook. Da miedo, eso sí.
Por si no fuera suficiente, el general Dávila aparece también en el ensayo que escribí sobre el acoso sexual a la mujer en el Ejército —En la guarida de la bestia—, pues era el mando militar que dirigía la unidad en la que se produjo la primera denuncia de violación en el Ejército español. Y lo resolvió como no podía ser de otra forma: le regaló un ramo de rosas a la afectada después de que la unidad hiciera todo lo posible por silenciar el caso. Por desgracia, y como suele ser habitual, el denunciado quedó indemne, pero al general Dávila, entonces coronel, no se le puede negar que fue todo un caballero. Un caballero tibio con el acoso sexual, franquista, negacionista de la destrucción de Gernika o Irún, contrario a la Memoria Democrática o altavoz de neonazis y ultraderechistas. Pero todo un caballero. Un caballero y un reputado analista militar mediático. Es España.
Después de esperar siete décadas para reinar, le bastaron solo diez minutos a Carlos III del Reino Unido para generar la primera polémica. En la Proclamación de Adhesión, el recién nombrado monarca exhibió varios gestos despectivos hacia su asistente a resultas de una bandeja de bolígrafos presente en el escritorio. Le molestaba. Le molestaba mucho. De inmediato, las redes ardieron con los fotogramas de Carlos III gesticulando con las manos y enseñando los dientes, cual bestia que se muestra enojada, por un asunto tan menor como ridículo. Por supuesto, fue carne de ‘meme’.
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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Luis Gonzalo Segura.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército español expulsado por denunciar corrupción, negligencias, abusos, privilegios anacrónicos y predominio ultraderechista. Colaborador en diferentes medios de comunicación y autor de las novelas Un paso al frente en 2014 y Código rojo en 2015 y los ensayos El libro negro del Ejército de Vox en 2017, En la guarida de la bestia en 2019 y El Ejército de Vox en 2020′.