La trampa ucraniana, ya en preventaTamara Falcó o cómo una ultraderechista española se convirtió en una estrella mediática¿El futuro se hipoteca por pan? La lectura que nadie admite sobre el ascenso de la ultraderecha en ItaliaUn general de La Sexta, A3 o El Mundo acusa a «los rojos» de la destrucción de GernikaDel colonialismo al clasismo y racismo: ¿por qué soportar a las familias reales?
Luis Gonzalo Segura es ex teniende de las fuerzas Armadas españolas, de las que fue expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos.
La trampa ucraniana es un ensayo sobre lo que ha acontecido en la guerra de Ucrania y, ante todo, sobre lo que no ha acontecido y lo que han ocultado.
Cuando un mundo convulsionado y en cambio, que amenaza con intensificar la conflagración a gran escala, es relatado y reducido a la sempiterna lucha entre el bien y el mal, democracia contra autocracia, eso sólo puede significar una cosa: nos han hurtado el derecho a debatir, a discernir entre lo posible y lo inventado, entre hechos probados y propaganda. Como en otros tiempos, estigmatizadas, arrinconadas y censuradas las perspectivas pacifistas en nombre de conceptos como derechos humanos o libertad ―siempre utilizados según el caso y alineados con los intereses occidentales―, se pretende imponer una única opción: la guerra. Una guerra, la de Ucrania, sembrada con mimo por quienes han encontrado motivos para que, pese al coste en vidas humanas y sufrimientos, diera inicio y aún hoy continúe.
¿Qué sabemos realmente del conflicto desde que se iniciara en 2014? Esta es la pregunta a la que responde el exteniente del Ejército español, Luis Gonzalo Segura, para exponer las pocas evidencias con las que a día de hoy contamos y rescatarlas del ostracismo impuesto por el indiscriminado bombardeo de medias verdades, mentiras, exageraciones, predicciones aventuradas y desinformación vertida desde distintas posiciones del tablero de ajedrez geopolítico.
En una reciente entrevista, Arturo Pérez-Reverte ha afirmado que “es terrible la tendencia española de no reconocer al adversario ninguna virtud y al amigo ningún defecto. Franco fue un valeroso comandante de la legión y un siniestro dictador”. Como si aquellos que no reconocieran el valor del ‘Comandante Franco’ carecieran de generosidad.
No es en ningún caso un discurso nuevo, pues disociar la figura de Franco como si fuera posible juzgar su carrera militar de forma independiente del resto de sus actuaciones es una de las tradicionales estrategias dentro del mundo militar, muy escorado a la ultraderecha, y también de la propia ultraderecha, para justificar su apología. Es más, se trata de una argumentación muy utilizada incluso en los espacios más moderados del Régimen, como en los sectores liberales o socialistas, que se amparan en esta disociación para justificar, tolerar o amparar el franquismo y sus reiteradas exaltaciones. He ahí la famosa frase de Margarita Robles sobre la Legión, que, según ella, “representa lo mejor de la historia de España”.
En este caso, además, Arturo Pérez-Reverte no solo disocia la figura de Franco, sino que también hace lo propio con la de la Legión, como si el pasado colonialista y fascista de esta tétrica unidad militar, su marcada brutalidad, las masacres, las torturas, las violaciones o las mutilaciones perpetradas pudieran quedar desligadas de aquellas otras acciones elogiables.
Sin embargo, hay que resaltar dos cuestiones. En primer lugar, si tuviéramos que juzgar a Franco como comandante, lo cierto es que se trató de un comandante militar en un nivel muy inferior al de muchos otros que existieron en la historia militar española, por lo que no estaría justificado que fuera recordado por ello. De hecho, de no haber sido dictador, de haber perecido en mitad de los años veinte, nadie le recordaría hoy. Y es que Franco como comandante fue, a pesar de su brutalidad, insignificante en la extensa historia de España. En segundo lugar, la disociación de Franco entre dictador malo y militar bueno supone el mejor salvavidas y el mayor combustible para los nostálgicos franquistas, aquellos que le consideran como el salvador de España.
Es por esta última cuestión por la que este tipo de disociaciones no se toleran en otros países más avanzados, en los que semejantes apologías se persiguen con dureza. Pensemos lo que ocurriría en Alemania si se resaltaran en los medios de comunicación las virtudes militares de Adolf Hitler durante la primera Guerra Mundial, el papel de padre de Joseph Goebbels, los exquisitos modales de Adolf Eichmann o los logros militares de unidades nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
No sería solo una barbaridad, sería hasta delictivo y tiene su razón de ser que también lo fuera en España, sobre todo porque la carrera militar de Franco anterior al golpe carece de logros realmente significativos como para merecer recuerdo alguno. Y de su paso, directo o indirecto, por la Legión, ¿de qué Legión fue Franco un valeroso comandante, de la que cortaba y exhibía cabezas en el Rif en sus inicios, de la que cortaba orejas de sindicalistas en Asturias y las ensartaba como si fueran collares en 1934 o de la que inundó de sangre y cadáveres las calles de Badajoz en 1936 hasta conseguir que corresponsales de guerra, como lo fue el propio Arturo, vomitaran?
La triste realidad, la que de verdad debería ser reseñada, es que Franco fue el sanguinario y brutal ‘comandante’ de una horda de salvajes que asesinó, torturó, mutiló, violó y masacró a civiles indefensos de forma organizada e intencionadamente promovida, en muchas ocasiones mujeres, ancianos o niños. Un ‘comandante’ cuya mayor victoria militar la obtuvo sobre su propio pueblo gracias a un terror pocas veces conocido hasta entonces y al que no se le conoce mayor logro fuera de la Península que el de haber comandado una unidad que cortaba y exhibía las cabezas de sus enemigos en los mismos años en los que sus compañeros perpetraban los primeros bombardeos químicos. Un ‘comandante’, en defitnitiva, que fracasó en su intento de golpe de Estado hasta el punto de terminar en una sangrienta confrontación que, solo ayudado por los nazis y los fascistas, pudo vencer tras varios años, cientos de miles de muertos y un país destrozado. Y solo fue el principio, después llegaría la represión.
Ciertamente, guste o no guste, Franco no solo fue un siniestro dictador, sino que también fue un siniestro comandante de una siniestra unidad militar denominada la Legión, tristemente conocida y admirada a día de hoy por la mayoría de los españoles gracias al desconocimiento generalizado de su propia historia. Un desconocimiento en el que la disociación, tan generosa con los fascistas y ultraderechistas como paupérrima con la mayoría, tiene mucho que ver.
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El 1 de julio de 2019 se publica una noticia en la que se denuncia que la alimentación de la UME mientras estuvieron apagando incendios fue deficiente, además de permanecer hasta 16 horas sin agua. Además, se informó que la UME había gastado en raciones de aprovisionamiento especiales para militares de la UME por valor de 640.000 euros.
Ello, para los que conocemos el mundo militar, sabemos que no es ni mucho menos infrecuente, de hecho, en los últimos años se han producido múltiples denuncias al respecto y se han producido no pocos escándalos relacionados con la alimentación de los militares.
Tras ello, varios partidos políticos protestaron y la noticia alcanzó relevancia mediática.
Tres días después, el 4 de julio, publiqué un tuit a las 12:40 horas en el que consideré que dar de comer un sándwich con cuatro lonchas de chorizo a militares cuando se han gastado 640.000 euros en raciones y dejarles sin agua durante 16 horas suposo una negligencia, una corruptela, una golfería o todo junto. ¿Acaso no lo parece? Y responsabilicé al jefe de la UME, ¿a quién si no? ¿Al jardinero?
Ese mismo día:
Margarita Robles y el teniente general de la UME fueron informados sobre mi tuit por sus respectivos gabinetes. Dos de los gabinetes militares más importantes del Ejército español informando sobre un tuit.
La ministra Margarita Robles, que no había llamado durante tres días al jefe de la UME por el escándalo de la deficiente alimentación de los militares, llamó al teniente general de la UME para informarle personalmente de mi tuit.
Después, la misma ministra, ese mismo día, me denunció en persona.
Un tuit que, merece la pena contextualizar, tan solo obtiene setecientos u ochocientos retuiteos cuando la mala alimentación de los militares de la UME genera múltiples noticias en medios y agencias, varias protestas públicas de partidos políticos, preguntas parlamentarias e incluso tiene espacio en programas de radio y televisión. Por lo tanto, la ministra de Defensa y el jefe de la UME, y sus respectivos gabinetes, ocuparon una parte considerable del día 4 de julio de 2019 a un tuit que ni siquiera puede considerarse como viral, máxime por tratarse de un asunto que generó enorme ruido mediático.
Si a ello le sumamos que el teniente general de la UME, supuesto afectado por el tuit, no se personó en el caso hasta después de la apertura del juicio oral, la verdad es que parece más un ajuste de cuentas de la ministra de Defensa con un crítico que una denuncia de ofensa al honor.
Tercera denuncia rechazada, segunda de una ministra de Defensa
Deberíamos, además, añadir que la ministra de Defensa es magistrada de gran experiencia, por lo que, o bien carece de los suficientes conocimientos para saber que la denuncia tenía escaso recorrido judicial o bien le sobra conocimiento al respecto. Y la verdad, no sé qué resulta más preocupante, si saber que tenemos como ministra de Defensa a una magistrada de escasos conocimientos jurídicos o si nos encontramos ante una ministra que dedica sus esfuerzos, los de Defensa y los de la Fiscalía a monitorizar y a perseguir a uno de los pocos críticos existentes. Ello, además, con total desprecio por la Justicia, las finanzas públicas o el colapso judicial actual.
Pero si también añadimos que no se trata de la primera denuncia de una ministra, sino la segunda, porque María Dolores de Cospedal también me denunció, en esta ocasión por una opinión en un diario al respecto de la muerte de siete militares en dos siniestros aéreos, la situación se torna alarmante. Cospedal, que es Abogado del Estado, con lo que algún conocimiento se le presupone al respecto, también me denunció sin éxito. Como tampoco fructificó la denuncia interpuesta por la Guardia Civil por una viñeta satírica en la revista El Jueves en la que denunciábamos la alta tasa de suicidios en la Benemérita.
Desgraciadamente para los ciudanos, tanto la Guardia Civil como las dos últimas ministras de Defensa me denunciaron utilizando a la Fiscalía General, es decir a costa de los ciudadanos. Y a costa de los ciudadanos las tres denuncias quedaron archivadas.
Más increíble resulta que haya militares que se juegan la vida en pésimas condiciones o que fallecen en siniestros terribles que podrían evitarse –de los siete militares que fallecieron cuatro lo hicieron en un primer siniestro y tres, incluido uno de los supervivientes del primer siniestro, en el segundo–; o que haya guardiaciviles que se suicidan en tasas muy superiores a las que se dan en la sociedad; pero el único perseguido judicialmente e investigado por ello haya sido yo: por un tuit, por una opinión y por una viñeta.
Diría, la verdad, que no creo que en Europa se encuentre otra persona que haya sido denunciado por las dos últimas ministras de Defensa de su país y por un cuerpo armado policial y una asociación de oficiales de este y haya ganado en todas las ocasiones.
Sin embargo, lo triste, y quizás el motivo que subyace en este tipo de temerarias denuncias, se encuentra en que aun ganando, pierdo: el coste del abogado durante el proceso no lo tiene que pagar la otra parte, el cierre de las denuncias no genera coste alguno a las ministras o a la Guardia Civil y la campaña de desprestigio sufrida en su momento fue bestial. El comunicado en el que se afirmaba que había sido denunciado fue publicado en prácticamente todos los medios españoles y fue difundido por las agencias. Por ello, la mayoría, hoy, solo sabe que he sido denunciado e incluso creerá que he sido condenado porque muy pocos medios han publicado mi absolución. Y esta es la función de este tipo de estrategias legales del Estado español: asfixiarme económica, desgastarme y desprestigiarme. Ello, mientras los muertos se siguen acumulando y el maltrato a los militares o los guardias civiles no cesa.
Esta estrategia estatal orquestada de persecución a un alertador de corrupción, un crítico que ha destapado no pocos escándalos –incluyendo el último chat en el que se hablaba sobre fusilar a 26 millones de españoles–, no puede quedar aquí. Y no quedará.
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España, y por supuesto Madrid, exaltan y exhiben el fascismo con una impudicia que hoy, en el año 2021, en pleno siglo XXI, resulta tan aberrante como insoportable. Un cascada de obscenidades ultraderechistas en ámbitos políticos, militares o judiciales que se viven con una alarmante normalidad a todos los niveles –político, mediático, social, académico, cultural…–.
Para comprender la magnitud de la última sinrazón ultraderechista, la estatua a la Legión en Madrid, bastaría con pensar que sería algo así como si alguien plantara mañana una estatua a las SS en mitad de Berlín. Una blasfemia democrática que no entraría en la cabeza de ningún alemán que no fuera un ultraderechista, un trastornado o ambas. Sin embargo, lo que en Berlín es de ultras y trastornados, en Madrid es de la mayoría, la misma que ha votado en masa al Partido Popular en las últimas elecciones del pasado mes de mayo. Una mayoría que olvidó que Isabel Díaz Ayuso, como José Luis Martínez Almeida, forma parte, no ya de una organización que se comporta como criminal según una resolución judicial, sino de un partido fundado sobre una amalgama de partidos y familias franquistas.
No obstante, la estatua de la Legión no constituye un insólito episodio circunscrito a un partido político de orígen franquista, sino que nos encontramos ante una avalancha ultraderechista que afecta a casi todo el país. Baste señalar la decisión del Tribunal Supremo de considerar inaceptables los indultos a los presos políticos catalanes por poner urnas, cuando en el pasado consideró recomendable indultar a los que habían torturado, secuestrado, violado y asesinado o a los que entraron en el Congreso de los Diputados el 23F para intentar dar un golpe de Estado.
Una decisión, esta última, la de considerar el indulto a Tejero y a los golpistas del 23F como adecuado que constituye, como el blanqueamiento del Terrorismo de Estado del PSOE de Felipe González, una inaceptable trivialización de una intentona golpista que, muy probablemente, habría pasado por una solución a la turca, porque entonces se solucionaban así las cosas.
Lo de Tejero no fue una broma
Para contextualizar a Tejero y a los suyos. En Turquía, seis meses antes del 23F de febrero de 1981, el 12 de septiembre de 1980, Kenan Evren perpetró un golpe de Estado que tumbó el gobierno democrático de Suleimán Demirel. Tras el golpe se detuvieron a 650.000 personas, más de un millón y medio fueron catalogadas como criminales en potencia, se ejecutaron a siete mil personas, se condenaron a medio millar a cadena perpetua y tres centenares murieron en prisión: fueron ejecutados medio centenar de presos, incluyendo un menor de 16 años, más de 40 se suicidaron y más de un centenar falleció en distintos altercados, incluyendo 16 presos mientras se fugaban. Esto es, ni más ni menos, lo que los magistrados del Tribunal Supremo consideraron en los años noventa que convenía olvidar. Un olvido que sitúa a España muy por debajo del nivel de Turquía, lo que ya es decir, porque la Justicia turca condenó a cadena perpetua a Kenan Evren en el año 2014, mientras que España, no es que se haya olvidado de Tejero y de tantos otros o no haya condenado a Franco y el franquismo, aunque sea a nivel político, es que reina la familia impuesta por el dictador.
España, un país para olvidar
España es un país de olvidos y de olvidados, es un país para el olvido que en los últimos días también ha conocido la resolución contraria del Consejo General del Poder Judicial a prohibir la exaltación del franquismo o la restitución por parte de los tribunales madrileños –el TSJM– del nombre de la calle Caídos de la División Azul. Como si el nazismo no hubiera estado íntimamente ligado al franquismo, como si la Alemania Nazi no hubiera sido esencial en el triunfo de la dictadura frente a la democracia en España. En el triunfo de la barbaridad y la muerte frente a la inteligencia y la pluralidad. Como si el nazismo no fuera por sí mismo reprobable para cualquier persona decente, como si las exaltaciones ultras análogas no estuvieran prohibidas en gran parte de Europa, como en Alemania o en Italia.
Decisiones que afectan a todos los juzgados españoles y que llevan décadas acumulándose unas a otras, como ocurrió en el caso de los asaltantes a la librería Blanquerna. Un caso en el que los ultraderechistas obtuvieron amparo del Tribunal Constitucional, el mismo que solo tiene a bien considerar relevante menos de un 3% de las solicitudes de amparo que recibe anualmente. Y es que en la España del fascismo y del olvido interesado la moneda parece caer siempre del mismo lado, ya sea en el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, el TSJM o el Consejo General del Poder Judicial. Y es que por señalar, en España quedan todos señalados.
Cuando digo todos, digo todos, y no me refiero solo a los tribunales, porque esto no va solo de los juzgados españoles y madrileños o del PP, el partido de familias franquistas, sino que también afecta al PSOE, pues la ministra de Defensa, Margarita Robles afirmó que “la Legión representa lo mejor de la historia de España” y sin ella “no se puede entender el mundo libre, nuestra Europa”. Y es que fue el PSOE el que liberó golpistas, el que ascendió a golpistas a general, el que justificó torturar y asesinar ciudadanos, el que expulsa a demócratas de las Fuerzas Armadas y el que, en última instancia, siempre soporta el régimen.
La Legión olvidada
La legión fue fundada por Millán Astray y por Francisco Franco, que fue uno de sus primeros comandantes, en cuyo honor todavía hoy una bandera sigue llevando su nombre: Comandante Franco. Es decir, una unidad del actual Ejército español cuyo jefe es Felipe VI rinde honor al dictador cuando éste era comandante, como si en Alemania una unidad militar rindiera honor al Cabo Hitler.
Desgraciadamente, la Legión no solo arrastra masacres durante la Guerra de España entre 1936 y 1939 como la de Badajoz, en la que asesinaron, violaron, torturaron e incluso mutilaron, sino que durante la Guerra del Rif tuvieron por costumbre decapitar y ensartar las cabezas y en 1934 participaron de la represión en Asturias, en la que asesinaron, en ocasiones de forma cruel, a los participantes del levantamiento, incluyendo socialistas y sindicalistas del PSOE de Margarita Robles. También mujeres y niños, todo un clásico en el credo legionario. Unos dos mil asturianos fueron asesinados, de ellos más de una quinta parte de forma brutal, lo que supuso el traslado de las prácticas militares coloniales de la Legión al resto del Ejército español. Y es que la Legión a la que homenajean Margarita Robles, Felipe VI y José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid, y a la que homenajean España y Madrid fue la inspiración de la bestialidad militar del bando fascista.
A pesar de lo gravoso de lo ya relatado, el historial legionario posterior a la guerra de España no parece en absoluto más decente. Durante la dictadura, la Legión fue un antro de corrupción, drogas y prostitución y un infame refugio para nazis. Ya en tiempos más recientes, participó de execrables torturas en Irak y, también, según denunció un antiguo militar, incluso de crímenes de guerra –disparar en una boda contra civiles–. Por si fuera poco, la Legión también ha sido acusada en múltiples ocasiones de violencia contra la mujer en casi todas sus formas y en los últimos años cuenta con un crimen que pretendió ser ocultado estructuralmente. El 25 de agosto de 2019 un legionario perdió la vida en unas maniobras en Alicante y lo que inicialmente parecía una bala perdida ha terminado constituyendo un claro ejemplo de corrupción y degeneración del Ejército español.
Llámenme loco, pero, analizando los hechos, España está loca. Loca de fascismo.
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Luis Gonzalo Segura fue militar del Ejército español durante trece años hasta que fue expulsado por denunciar en una novela y en diferentes actos los privilegios anacrónicos, los abusos, la corrupción y el predominio ultraderechista de la cúpula militar. Es autor de las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015) y los ensayos El libro negro del Ejército español(2017), En la guarida de la bestia (2019) y El Ejército de Vox (2020).
Mejor que crear afectos es crear intereses Jacinto Benavente (1866-1954)
Frente a la reacción ultraconservadora, que emerge con fuerza desde la trastienda del régimen del 78, es necesario contraponer una alianza que, por su entidad político-social, represente con fuerza los valores de la democracia y del progreso.
Se trata de articular en la práctica un amplio conglomerado de fuerzas políticas y sociales democráticas que, conscientes de la gravedad del momento, actúen con voluntad estratégica, cerrando el paso de forma eficaz a las fuerzas reaccionarias, encarnadas por un franquismo monárquico, que estaba latente -aunque muy visible, para quien quisiera ver- en los aparatos del Estado y en la sociedad.
La inmodélica transición, reforma de la dictadura franquista, sirvió al pasado, es decir a mantener el statu quo; no al futuro democrático deseado, por el que tantos compatriotas lucharon desde una infinidad de organizaciones clandestinas; en mi caso desde la Unión Militar Democrática (UMD), junto a mis compañeros.
La ruptura democrática, la que el pueblo trabajador en su conjunto y los pueblos del Estado reclamaban, por la que tantos demócratas pelearon y murieron, torturados en las mazmorras franquistas, asesinados mediante garrote vil, frente a un pelotón de ejecución o a manos de bandas paramilitares, fue finalmente relegada en beneficio de las oligarquías de los partidos. Muchos cuadros dirigentes ansiaban compartir, junto al poder franquista establecido, las prebendas y oropeles de la Administración del Estado.
Por ello apoyaron la llamada ley de Amnistía, en realidad una ley de punto final en la que se amnistiaron los crímenes del franquismo, muchos imprescriptibles por ser de lesa humanidad, quedando excluidos los compañeros dirigentes de la UMD, que fueron detenidos, procesados, condenados a largos años de prisión y expulsados de las Fuerzas Armadas.
En uno de mis artículos, publicado en Diario16, un diario de gran tirada nacional de la época, criticaba la falsa ley de amnistía. Lo hice en defensa de la democracia y de nuestros compañeros, injustamente condenados. Afirmaba que aquella ley introducía desequilibrios fundamentales en los cimientos de esta democracia. Me costó el correspondiente arresto y fui citado por un juzgado militar, siendo finalmente estampada una nota desfavorable en mi hoja de hechos; lo que perjudicó seriamente mis posibilidades de carrera. Por el contrario, militares fascistas implicados de una forma u otra en el golpe del 23-F fueron indultados e incluso llegaron al generalato.
Sus efectos sobre la naciente democracia fueron demoledores. Nuestro compañero José Ignacio Domínguez, a la sazón capitán de reactores y portavoz de la UMD en el exilio, actualmente Teniente Coronel de Aviación y Vicepresidente del Foro Milicia y Democracia, lo ha expresado rotundamente en pocas palabras:
En términos militares esto fue lo sucedido durante la Transición: estábamos todos en la misma trinchera defendiendo las libertades democráticas, UMD, PSOE, PCE, CDC, etc. Ellos se pasaron al enemigo y nos dejaron solos frente a los generales franquistas que se cebaron en nosotros.
La llamada transición, mediante una ley de reforma de la dictadura, cambió formalmente el tinglado franquista, sin tocar lo esencial del statu quo: el poder económico, que dominaba el entramado político de la dictadura y sigue dominando el de la monarquía parlamentaria, militarista y escasamente democrática. Un sistema político, corrompido hasta los tuétanos, que ha devenido en la vieja alianza entre el trono y el altar, cimentada sobre los poderes de un capitalismo depredador, sin patria ni dios, inmolados en el altar del dólar neoliberal, a mayor gloria del imperio.
En la llamada transición se mantuvo la bandera monárquica bicolor -la del golpe militar, el genocidio y la dictadura- se consolidó la reinstauración del Rey Borbón, ultimo jefe de la dictadura, blindándolo frente a la Justicia mediante una inviolabilidad absoluta, y se privilegió constitucionalmente al poder del clero, manteniendo un estado cuasi teocrático, en donde la Iglesia Católica tiene un derecho de saqueo legal; entre otras vías mediante el IRPF, exención del IBI, inmatriculación de bienes comunales o el mantenimiento, con cargo a las arcas públicas, de un patrimonio descomunal.
El poder del clero español no tiene parangón con ninguna de las democracias de nuestro entorno. Es un poder de hecho que contribuyó decisivamente a consolidar la dictadura desde su inicio, y actualmente sirve de sostén a una monarquía corrupta, apoyada no solo en sus generales monárquicos, algunos de los cuales militan en partidos de ultraderecha, sino también apoyada en el clero castrense, que, junto a la justicia militar, contribuye a perpetuar la ideología franquista en las filas del ejército.
Lo hace impunemente, desde los púlpitos de las iglesias y desde las aulas del todopoderoso negocio de la enseñanza privada, que tiende en nuestros días a fagocitar la enseñanza pública, en detrimento de la igualdad de oportunidades para el pueblo trabajador. Si bien es cierto que hoy en día ha cedido espacio a otros opiáceos, como lo son el futbol, las diferentes ludopatías o los programas basura, suministrados en grandes dosis desde los grandes medos de alienación de masas.
En estos momentos cruciales, en donde empieza a barruntarse una potente involución ultraconservadora, de consecuencias catastróficas para el pueblo trabajador, es cada vez más patente que el único camino potencialmente transitable es el de la República, ya sea federal o confederal. No queda, pues, otra salida democrática que desmontar lo más rápidamente posible el tinglado monárquico, que constituye la superestructura de la involución en marcha. Por tanto, es necesario impulsar decididamente una amplia alianza, que le reste apoyos. Es decir, la consolidación de una alianza transversal progresista, de carácter estratégico plurinacional, que contribuya a debilitar la evidente amenaza de regresión, visualizada por la foto de Colón, pero no solo.
Queda por dilucidar hacia qué tipo de República avanzar. En primer lugar tanteando si es aún posible un pacto en torno a una republica federal o, por el contrario, ya solo sería posible una República confederal, dado el grave deterioro que el gobierno del PP y el rey Felipe VI han provocado en las relaciones con el Govern de la Generalitat de Catalunya, representante legítimo del pueblo catalán.
Para explicar con palabras sencillas las diferencias entre ambas formas de República, resumo a continuación un sencillo ejemplo, explicado recientemente por Iñaki Anasagasti (PNV) en una entrevista.
El estado unitario, es una manzana; el estado federal, una naranja; el estado confederal, un racimo de uvas. La manzana es homogénea, ella misma es el estado; la naranja está compuesta por gajos, los estados federados, recubiertos a su vez por una corteza, que es el estado federal; el racimo está compuesto de uvas, los estados confederados, unidos por su tallo al racimo, que es el estado confederal.
Dejemos aquí el ejemplo, sin más precisiones, salvo añadir que el brillante exparlamentario vasco tan solo mencionó la forma de estado, no su esencia; es decir, no mencionó el contenido de clase del estado, de cualquier estado.
Solo así, desde una perspectiva de clase, puede entenderse cómo es posible que mientras los reyes de España y de Marruecos, y sus respectivas oligarquías asociadas, mantienen y acrecientan sus intereses privados -a veces inconfesables-, enfrenten sin embargo a sus pueblos mediante operaciones de desestabilización, cuyo resultado incierto puede llegar a ser letal y contrario a los intereses de sus poblaciones.
Un indicio evidente de intereses inconfesables lo fue la traición perpetrada por el Rey Juan Carlos, huido a los Emiratos Árabes hace cerca de un año, cuando, movido por sus intereses particulares, abandonó a su suerte al pueblo saharaui tras la famosa marcha verde. Un pueblo que tenia nacionalidad española, al igual que hoy la tienen nuestros compatriotas de la Autonomía de Canarias, o de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
No solo se perdió cobardemente un territorio estratégico, sino también la confianza del pueblo saharaui, ambos retaguardia clave para la defensa de las Islas Canarias. Solo su descolonización, amparada por Naciones Unidas y apoyada por el Estado español, puede devolver la paz a esos territorios; también el aprecio y la confianza imprescindibles del pueblo saharaui, un pueblo hermano.
El Gobierno de coalición progresista nos abrirá el futuro solo si tiene éxito en esta legislatura, lo cual está fuertemente condicionado a que el pueblo trabajador en su conjunto -y los pueblos del Estado autonómico, que están escaldados por una transición tramposa- lo perciban como su gobierno, un gobierno verdaderamente efectivo, es decir un gobierno del pueblo y para el pueblo, sin trampa ni cartón. Son, pues, tiempos de combate por un futuro más digno.
Apoyemos al Gobierno de coalición progresista, sí, pero exijámosle al mismo tiempo que avance resueltamente junto al pueblo trabajador y al conjunto de los pueblos del Estado, que ansían el derecho a decidir. El centralismo depredador, que alimenta un nacionalismo españolista exacerbado, es la fuente más perniciosa de desunión y de conflictos.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, miembro de la UMD y del Colectivo Anemoi. Presidente Federal de Unidad Cívica por la República.
Enlaces de interés:
El sátrapa marroquí y Pablo Casado. Por José Ignacio Domínguez https://www.miliciaydemocracia.org/la-crisis-del-estado/
¿Y si el problema fuera Madrid? Por Iñaki Anasagasti https://ianasagasti.blogs.com/mi_blog/2021/03/y-si-el-problema-fuera-madrid.html
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Luis Gonzalo Segura.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército español expulsado por denunciar corrupción, negligencias, abusos, privilegios anacrónicos y predominio ultraderechista. Colaborador en diferentes medios de comunicación y autor de las novelas Un paso al frente en 2014 y Código rojo en 2015 y los ensayos El libro negro del Ejército de Vox en 2017, En la guarida de la bestia en 2019 y El Ejército de Vox en 2020′.