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Franco no fue un valeroso comandante, fue un sanguinario y brutal militar

En una reciente entrevista, Arturo Pérez-Reverte ha afirmado que “es terrible la tendencia española de no reconocer al adversario ninguna virtud y al amigo ningún defecto. Franco fue un valeroso comandante de la legión y un siniestro dictador”. Como si aquellos que no reconocieran el valor del ‘Comandante Franco’ carecieran de generosidad.

No es en ningún caso un discurso nuevo, pues disociar la figura de Franco como si fuera posible juzgar su carrera militar de forma independiente del resto de sus actuaciones es una de las tradicionales estrategias dentro del mundo militar, muy escorado a la ultraderecha, y también de la propia ultraderecha, para justificar su apología. Es más, se trata de una argumentación muy utilizada incluso en los espacios más moderados del Régimen, como en los sectores liberales o socialistas, que se amparan en esta disociación para justificar, tolerar o amparar el franquismo y sus reiteradas exaltaciones. He ahí la famosa frase de Margarita Robles sobre la Legión, que, según ella, “representa lo mejor de la historia de España”.

En este caso, además, Arturo Pérez-Reverte no solo disocia la figura de Franco, sino que también hace lo propio con la de la Legión, como si el pasado colonialista y fascista de esta tétrica unidad militar, su marcada brutalidad, las masacres, las torturas, las violaciones o las mutilaciones perpetradas pudieran quedar desligadas de aquellas otras acciones elogiables.

Sin embargo, hay que resaltar dos cuestiones. En primer lugar, si tuviéramos que juzgar a Franco como comandante, lo cierto es que se trató de un comandante militar en un nivel muy inferior al de muchos otros que existieron en la historia militar española, por lo que no estaría justificado que fuera recordado por ello. De hecho, de no haber sido dictador, de haber perecido en mitad de los años veinte, nadie le recordaría hoy. Y es que Franco como comandante fue, a pesar de su brutalidad, insignificante en la extensa historia de España. En segundo lugar, la disociación de Franco entre dictador malo y militar bueno supone el mejor salvavidas y el mayor combustible para los nostálgicos franquistas, aquellos que le consideran como el salvador de España.

Es por esta última cuestión por la que este tipo de disociaciones no se toleran en otros países más avanzados, en los que semejantes apologías se persiguen con dureza. Pensemos lo que ocurriría en Alemania si se resaltaran en los medios de comunicación las virtudes militares de Adolf Hitler durante la primera Guerra Mundial, el papel de padre de Joseph Goebbels, los exquisitos modales de Adolf Eichmann o los logros militares de unidades nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

No sería solo una barbaridad, sería hasta delictivo y tiene su razón de ser que también lo fuera en España, sobre todo porque la carrera militar de Franco anterior al golpe carece de logros realmente significativos como para merecer recuerdo alguno. Y de su paso, directo o indirecto, por la Legión, ¿de qué Legión fue Franco un valeroso comandante, de la que cortaba y exhibía cabezas en el Rif en sus inicios, de la que cortaba orejas de sindicalistas en Asturias y las ensartaba como si fueran collares en 1934 o de la que inundó de sangre y cadáveres las calles de Badajoz en 1936 hasta conseguir que corresponsales de guerra, como lo fue el propio Arturo, vomitaran?

La triste realidad, la que de verdad debería ser reseñada, es que Franco fue el sanguinario y brutal ‘comandante’ de una horda de salvajes que asesinó, torturó, mutiló, violó y masacró a civiles indefensos de forma organizada e intencionadamente promovida, en muchas ocasiones mujeres, ancianos o niños. Un ‘comandante’ cuya mayor victoria militar la obtuvo sobre su propio pueblo gracias a un terror pocas veces conocido hasta entonces y al que no se le conoce mayor logro fuera de la Península que el de haber comandado una unidad que cortaba y exhibía las cabezas de sus enemigos en los mismos años en los que sus compañeros perpetraban los primeros bombardeos químicos. Un ‘comandante’, en defitnitiva, que fracasó en su intento de golpe de Estado hasta el punto de terminar en una sangrienta confrontación que, solo ayudado por los nazis y los fascistas, pudo vencer tras varios años, cientos de miles de muertos y un país destrozado. Y solo fue el principio, después llegaría la represión.

Ciertamente, guste o no guste, Franco no solo fue un siniestro dictador, sino que también fue un siniestro comandante de una siniestra unidad militar denominada la Legión, tristemente conocida y admirada a día de hoy por la mayoría de los españoles gracias al desconocimiento generalizado de su propia historia. Un desconocimiento en el que la disociación, tan generosa con los fascistas y ultraderechistas como paupérrima con la mayoría, tiene mucho que ver.

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