El suburbio de Bucha se sitúa al noroeste de Kiev, emparedado entre Irpín, otro suburbio, y Hostomel, la localidad en la que se sitúa el aeropuerto internacional de Antonov. Ocupa poco más de veinticinco kilómetros cuadrados y está habitada por unas treinta mil personas. Un distrito residencial de pequeñas calles rodeadas de viviendas en planta baja ajardinadas y valladas. Pero no es por ello por lo que se la conoce ni por lo que pasará a la historia. Bucha ha dejado de ser un suburbio, y, también, una localidad desconocida, al menos durante algunos años, aunque la mayoría no lo sitúen en el mapa. Bucha es, desde el fin de semana, una masacre.
Antes de cuestionar, quiero y debo aclarar que los autores de la matanza deben pagar por ello, sean quienes sean. Porque, al contrario que la mayoría de los occidentales, soy de los que considera que los derechos humanos no tienen idioma, nacionalidad ni bandera. Ni, por supuesto, estos tienen aplicación en función del lugar o el momento en el que se vulneren ni los intereses que se vean afectados. Por desgracia, como podrán comprobar con las siguientes cuestiones, creo que no es una corriente mayoritaria.
¿Y si Bucha estuviera en otra parte de Ucrania?
La primera pregunta que nos debe inquietar en este caso es qué habría pasado y qué pasaría en el caso de que Bucha estuviera en otra parte de Ucrania. Más allá de lo obvio, que la masacre no habría tenido la misma repercusión en los medios de comunicación occidentales, lo que nos debe alertar en cuanto al silencio en los medios occidentales de lo perpetrado por tropas ucranianas, sobre todo las paramilitares, cabría cuestionarse si se hubiera producido un movimiento internacional para juzgar a Volodímir Zelenski como criminal de guerra.
Si pensamos en lo ocurrido en Odesa, no parece que ello pudiera ser posible. El 2 de mayo de 2014 casi cincuenta personas fueron quemadas vivas en Odesa por ultraderechistas ucranianos sin que los cuerpos policiales ucranianos hicieran nada al respecto. El episodio no conmocionó a Occidente ni requirió de mayor interés mediático que cualquier otro suceso acaecido en cualquier ciudad, pues los quemados eran prorrusos.
Es más, imaginen que esta u otra masacre fuera, en parte o en su totalidad, responsabilidad de Ucrania, ¿habría sanciones internacionales contra Ucrania? Porque en Bucha han sido asesinadas unas trescientas personas, aunque es pronto para saberlo y el número puede aumentar, pero en el Donbás han sido asesinadas miles de personas —las cifras oficiales arrojan un balance de 14.000 muertos—. ¿Por qué los trescientos muertos de Bucha son más impactantes e importantes que los 14.000 fallecidos del Donbás y se exigen unas consecuencias que se omiten para los responsables de los miles de muertos en el Donbás?
¿Y si Bucha estuviera en Yemen o en Somalia?
Obviamente, y nadie que tenga un mínimo de honorabilidad lo cuestionaría, la masacre de Bucha debe tener consecuencias penales para sus autores, sobre todo para dejar claro a todos los actores geopolíticos que la comunidad internacional no permite que semejantes acciones, crueles y atroces, queden impunes, siendo indiferente el lugar y el momento en el que se perpetren. Pero ¿no deberían ser juzgados también los países europeos por su venta de armas a Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos para bombardear Yemen, donde ya han fallecido más de 377.000 personas y los desplazados, enfermos y hambrientos se cuentan por decenas de millones? ¿No deberían ser juzgados los dirigentes sauditas, y sancionados sus países, por sus bombardeos en colegios, hospitales, mercados o autobuses escolares como el que provocó la muerte de casi medio centenar de menores en agosto de 2018 en Yemen? ¿No deberían ser juzgados los norteamericanos por sus bombardeos en Somalia durante los últimos cinco años, algunos contra civiles?
Porque, si bien los aliados norteamericanos en Oriente Próximo han provocado casi cuatrocientas mil muertes en Yemen, un estudio publicado por Airwars asevera que, entre 2001 y 2021, los Estados Unidos asesinaron a más de 22.000 civiles en más de 100.000 ataques aéreos, incluyendo drones. Una cifra que podría llegar a 48.000 personas asesinadas.
Sin embargo, que los norteamericanos hayan dejado casi cincuenta mil cadáveres en las últimas décadas en ataques aéreos; además de los fallecidos en Irak o Afganistán, como mínimo dos millones de forma directa y varios millones más de forma indirecta; y los, ya mencionados, casi cuatrocientos mil fallecidos en Yemen, no parece que sea un crimen para los países occidentales, sus medios de comunicación o sus políticos. Ni mucho menos merece de sanción o reproche alguno. Es más, los países europeos incluso venden las armas necesarias para que se perpetren estas matanzas y los líderes responsables de semejantes atrocidades se pasean orgullosos por el mundo occidental.
¿Y si Bucha estuviera en Irak o Afganistán?
La ya fallecida Madeleine Albright, secretaria de Estado de los EE. UU. entre 1997 y 2001, aseveró que mereció la pena que fallecieran medio millón de niños en Irak debido a las sanciones norteamericanas contra el país. Fue en 1996, cuando la periodista Lesley Stahl le cuestionó a Albright por ello: “Hemos escuchado que medio millón de niños han muerto, más de los que murieron en Hiroshima. ¿Merece la pena pagar este precio?”. Su respuesta fue nítida: “Creo que es una elección muy difícil, pero, creemos que merece la pena pagar”. Los casi quince años de embargo a Irak acabaron con la vida de 1,7 millones de iraquíes, incluyendo a niños, ancianos y mujeres.
Sin embargo, no solo no falleció estigmatizada, sino todo lo contrario, fue glorificada en todo momento. Valga como ejemplo el tuit que le dedicó el actual presidente español, Pedro Sánchez, el pasado 23 de marzo:
“Gran tristeza por el fallecimiento de Madeleine Albright. Primera mujer Secretaria de Estado de los EE.UU. e incansable defensora de la democracia. Dedicó gran parte de su vida a transmitir su inmenso conocimiento a las generaciones más jóvenes. Un sentido abrazo a su familia”.
¿Y si Bucha estuviera en Serbia?
Pero ni Madaleine Albright ni Irak son las únicas manchas que salpican a Occidente. El actual presidente norteamericano, Joe Biden, apoyó lo bombardeos de la OTAN en Serbia entre el 24 de marzo y el 10 de junio de 1999, los cuales dejaron 2.500 fallecidos —5.700 según fuentes serbias—, incluyendo 89 niños, y 12.500 heridos. Fueron unos bombardeos perpetrados con alevosía, pues acontecieron, como más tarde se supo, tras una tramposa propuesta occidental de paz. Tal fue su responsabilidad en los bombardeos que, en el año 2020, cuando se estaban dirimiendo el resultado electoral en Estados Unidos, Aleksander Vucic, presidente de Serbia, declaró que sus “relaciones personales son mejores con Biden que con Trump, pero sería más fácil con Trump, ya que no participó en el bombardeo de Serbia”.
De hecho, la criminal participación de Joe Biden en los bombardeos de Serbia es algo más que un secreto a voces. En un vídeo recientemente difundido en las redes sociales, un Joe Biden mucho más joven afirma que “en aquel entonces sugerí bombardear Belgrado. Sugerí enviar pilotos estadounidenses y hacer explotar los puentes sobre el río Drina. Sugerí privarlos de sus reservas de petróleo”.
¿Por qué los asesinados en Bucha son más importantes que otros atroces crímenes cometidos en otros momentos y lugares?
¿Por qué todos esos millones de personas cruelmente asesinadas no tienen la misma atención mediática que los asesinados en Bucha? ¿Por qué los autores de semejantes masacres y sus países no son también criminalizados, perseguidos y sancionados?
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