Un explosivo chat de militares retirados –desvelado por primera vez el pasado domingo en mi cuenta de Twitter– en el que se hablaba sobre la necesidad de fusilar a 26 millones de españoles – «creo que me quedo corto fusilando a 26 millones» –, lo que suponen más de la mitad de los 47 millones que conforman el país, y se planteaba la dificultad para perpetrar un golpe de Estado, no ya por una cuestión ideológica o moral, sino porque «no lo apoyaría apenas gente en España y mucho menos en Europa» ha sacudido con fuerza el escenario político y mediático del país y lo ha situado frente a un espejo al que se sigue negando a mirar.